Todo se
lo debo a ella
Realmente estoy muy arrepentida.
Estaba enojada y exploté. Ella no lo merece, no es su culpa, simplemente quería
saber que tenía. Instantáneamente sólo
pude ver una cara que jamás había visto, al igual, que unos ojos que se llenaron
de lágrimas.
Hoy hice sentir mal a mi mamá.
Le grité cosas horribles. Cosas que en realidad no siento. Todo fue culpa de mi
maldito carácter, que aunque quiero cambiar simplemente no puedo.
Todo empezó a la hora de la
comida. Yo iba llegando de la escuela, realmente enfadada porque mi profesor de
Doctrinas nos dejo salir muy tarde, como es su costumbre y para rematar nos
dejó sus múltiples tareas. Esto combinado a que tenía hambre y a que había un
tráfico terrible, fueron las causas de mi
“estrés”.
Estaba muy molesta. Al ver mi
cara, me preguntó: ¿Qué tienes, estas bien? Y al contestarle, me comencé a
desquitar, le dije: “eso a ti no te importa, ya estoy cansada de que en todo te
quieras meter” “¡ya déjame en paz!”.
Fue en ese momento cuando vi su
cara, la cual no puedo describir. Me di la vuelta y me dirigí hacia mi
habitación. Al recostarme en mi cama, fue cuando empecé a reflexionar y me di
cuenta de mi error. Mis lágrimas comenzaron a salir. Me sentí muy mal,
seguramente peor de lo que hice sentir a mi mamá.
A mi
mente vinieron tantas cosas, tantos recuerdos. ¿Por qué lo hice? Si ella nunca
me ha dejado sola. Siempre me da consejos. Deja todo por dármelo a mí. Hace que
me dé cuenta de lo valioso y bonito de la vida. Cumple todos mis caprichos. Me
dio la vida.
Es la
persona más valiosa, es a quien le debo todo lo que soy y todo lo que tengo.
Sólo quería saber que tenia, para ayudarme en lo que pudiera. No supe en qué
momento me quede dormida. Desperté al escuchar una voz que decía: “hija, vas a
cenar, no has comido nada”.
Me abalance a sus brazos. Y
solo pude pronunciar: “mamá, perdóname, no fui mi intención”. Después de unos
segundos, me dijo: “no te preocupes, todo está bien” “¡te amo!”. Mantuvimos ese
abrazo durante unos segundos, y nos retiramos a
cenar.
Al
anochecer, se acerco a mí y me dijo: “debes controlar tu carácter, y así te
ahorraras muchos problemas” “hasta mañana, que descanses”. Me dio un beso en la
mejilla y se fue. Ahí estaba de nuevo, dándome consejos. No cabe duda ¡mi mamá
es la mejor del mundo!.